Un año más, tengo la oportunidad de seguir realizando la labor docente de judo, asumiendo, así, la responsabilidad y compromiso de reforzar y complementar la educación que reciben nuestros alumnos en el Colegio.
Con esta actividad extraescolar no sólo buscamos aprender un arte marcial de origen oriental que pretende mejorar las cualidades físicas y aprovechar la fuerza del contrario. Tampoco es una simple actividad donde el alumno se divierte, practica un deporte y juega con sus compañeros. Con esta disciplina, al igual que con el resto de actividades extraescolares que ponemos a disposición de nuestros alumnos, buscamos educarlos con la misma didáctica activa y el pleno conocimiento de sí mismos que perseguimos en cada una de las enseñanzas de nuestro día a día en este Santuario-Colegio.
Para poder conseguirlo nos basamos en los siguientes pilares:
- El clima.
Todo comienza generando un clima de respeto, confianza y alegría. En todas las clases realizamos un saludo al inicio y al final de la sesión e, incluso, al comenzar y terminar un ejercicio con el compañero. Es el famoso saludo conocido por el grito “Rei”, el cual es una muestra de respeto, humildad, gratitud y de buena disposición hacia los compañeros y el profesor.
Durante las prácticas, todos los alumnos deben practicar con todos, realizando constantes cambios de pareja y grupos. De esta manera, aseguramos un aprendizaje cooperativo y de desarrollo social, donde la confianza y el cuidado que ofrecemos a los compañeros es vital para el desarrollo de la práctica. Sin compañero no hay práctica, y es aquí cuando la enseñanza recíproca brilla y ofrece un gran beneficio de aprendizaje.
- El juego: Nuestro motor de arranque, su motivación.
Desde los alumnos de cuatro años hasta los más mayores, todos se inician mediante el juego. De manera lúdica y sin perder la disciplina que ofrece esta disciplina, los judocas indagan y descubren los fundamentos del judo. Los juegos están diseñados con elementos que facilitan una educación de enseñanza por transición. Nuestros “minijudocas” practican con juegos de diferentes temáticas, adaptados a su edad, y enfocados a lo que en el futuro serán técnicas de caída, proyecciones, inmovilizaciones o destrezas físicas.
Cada juego es el inicio de una progresión realizada mediante una transferencia de destrezas físico-técnicas. De esta manera el alumno aprende casi sin darse cuenta de una manera fácil, eficaz y divertida.
- Practicamos mucho, aprendemos más.
Un alumno reconoció en un acto académico reciente que, si algo había aprendido en esta actividad extraescolar, es que cada vez que fallas, cada vez que caes, aprendes y debes levantarte, y seguir practicando para seguir mejorando. Y es que de caer, sabemos bastante los judocas, pero, sobre todo, de levantarnos. Una gran lección que nuestro alumno aplica en su día a día y que el judo le ha enseñado.
Como profesor y alumno he podido comprobar el potencial de aprendizaje que esta disciplina aporta. No sólo favorece un desarrollo de la fuerza, velocidad, equilibrio y coordinación, sino que, también, estimula la inteligencia y la capacidad de tomar decisiones durante los juegos y combates. Aunque lo verdaderamente importante es que seguimos creciendo en valores, más allá de las aulas.
Nuestra escuela de judo se hace grande y nosotros con ella.
Alberto Sánchez Fernández
Profesor de judo