Platón realizó un escrito, el cual le corrigió Aristóteles. Luego de leer la corrección Platón dijo: “El alumno ha superado a su maestro”.
Este año el Departamento de Formación decidió apostar por dar la confianza a una alumna de 2º de Educación Secundaria para ser Catequista de una alumna que llegó nueva al Colegio en 4º de E. Primaria y no había recibido aún el Sacramento de la Primera Comunión. ¿Por qué esta confianza? Porque el educador schoenstattiano funda su praxis pedagógica en una convicción: cree en los suyos, confía en sus capacidades; es decir, confía en que tienen las fuerzas necesarias para crecer y superarse a sí mismos.
Cuando se actúa guiado por esta actitud de confianza, se despierta lo mejor que existe en el alma de los alumnos; a la vez se les infunde confianza en sí mismos y ese optimismo que tanto necesitan para crecer y actuar en medio de un mundo muchas veces adverso.
La pedagogía de confianza lleva a compartir tareas y responsabilidades, a confiar en los talentos de las personas y también a arriesgarse a que las cosas no salgan tan bien como quizás nosotros lo habríamos hecho.
Pero en este caso, con alegría, puedo afirmar que esta alumna –Catalina Alemany–, superó mis expectativas y mi propia programación. Ella articuló actividades más actuales y encontró los puntos de interés y cercanía para acercar a su compañera más pequeña a Jesús a través de los contenidos de la Catequesis. En el seguimiento de esta tarea encomendada, he podido descubrir la riqueza de formar a las personas en Dios, y enseñar a crecer en el esfuerzo de ser un puente hacia el Cielo.
Esta buena experiencia corrobora nuestro sistema pedagógico, en el que no tienen cabida actitudes paternalistas y sobreprotectoras. El buen educador sabe que la persona se desarrolla y consolida en la medida que asume responsabilidades y actúa por sí misma.
Las personas crecen con las tareas. Crecen cuando ellas mismas deben realizarlas y asumir la responsabilidad. La misión del educador es estar detrás, apoyar subsidiariamente, pero no adelantarse y hacer las cosas por los otros.
Catalina lo expresa en estas palabras:
“Para mí el ser catequista ha supuesto un esfuerzo muy grande. Tengo mucho que hacer, pero me he dado el tiempo para prepararme a fondo cada encuentro, pues sabía que depende de mí que mi compañera pueda o no hacer la Primera Comunión. Cada tema de la catequesis me lo he leído, estudiado; he hecho esquemas y después he pensado cómo hacerlo más vital y no tan teórico y que a la vez le gustara a ella. Ahora que ha pasado el tiempo, Blanca para mí es como una hermana pequeña y quiero estar ahí con ella, acompañarla en ese gran momento de su vida cuando pueda recibir a Jesús en su corazón.
En este tiempo he recordado cuando la Hermana María nos preparaba a nosotras, nos contaba las historias y parábolas de Jesús… era un tiempo feliz, sin exámenes y sin problemas y yo he querido transmitirle a Blanca esa felicidad.
Para mí ha sido un gran aprendizaje de intentar ayudar a otro, ha sido una experiencia que me ha hecho madurar y aprovechar más las cosas. Me he hecho cargo de este compromiso porque es importante, tengo una misión y cumplirla me ha hecho crecer como persona”.
Hermana María Crevillén
Jefa del Departamento de Formación