Queridas familias:
La opción por una educación desde el más estricto realismo es algo de lo que en nuestro Colegio no podemos prescindir. Buscamos conocer a nuestros alumnos tal y como son, y así ayudarles a conocerse bien a sí mismos. Sólo así podrán crecer sin negar su propia realidad, lo que son, y llegar a ser hombres y mujeres grandes, dispuestos a conquistar el mundo y hacerlo un poco mejor.
Sin embargo, en nuestra sociedad, esto no parece tan evidente. Con frecuencia, surge la ideología, que no es otra cosa que el intento de cambiar el mundo desde un idealismo que no tiene en cuenta cómo es la realidad verdaderamente. Y que triunfa porque las personas olvidan lo que siempre dimos en llamar “sentido común”.
Catherine L´Ecuyer, a quien escuchamos en la clausura del curso pasado en el Colegio, alertaba recientemente en El País (edición de 19 de octubre de 2018) sobre un generalizado olvido de “lo real” que nos lleva a menudo a permitir situaciones no adecuadas por no ser acordes con la naturaleza de nuestros hijos y alumnos. Esto ha derivado, necesariamente, en la pérdida del sentido común, esa “sensibilidad compartida de que una cosa es como es y no como uno quisiera que fuera”, que “no es otra cosa que la capacidad de captar los matices de la realidad”. Y cita como ejemplo de esto la existencia de muchos padres que no son capaces de negarles a sus hijos, incluso en edades muy tempranas, un teléfono móvil de última generación que no necesitan en absoluto y no hace sino introducirles en un entorno muchas veces hostil al niño y generador de potenciales adicciones.
Desgraciadamente, de esto sabemos algo en los colegios, donde vemos y escuchamos, con cada vez mayor frecuencia, casos de adicciones y de acoso a menores por parte de sus compañeros en las redes sociales que se producen a altas horas de la noche, por medio de teléfonos móviles o tabletas, mientras uno diría que no son esas horas ni condiciones para que un niño tenga acceso a este tipo de dispositivos.
Pero es que, como la misma L´Ecuyer alerta, entender la realidad requiere una sensibilidad entrenada para no dejarse engañar por los sentidos y los deseos, y una razón dispuesta a aceptar las cosas (y a las personas) tal como son. Esto es lo que nos permite interactuar correctamente con lo que somos y lo que es la creación y, de esa manera, empezar un auténtico cambio personal y social.
El Padre Kentenich huyó siempre de todo idealismo que alejara a los estudiantes de la realidad. Porque el “santo moderno” es aquel que tiene los pies asentados en la tierra y en la cotidianeidad de la vida: se conoce a sí mismo y conoce el mundo con realismo, no para apegarse a él, sino para conquistarlo y hacerlo mejor, por el bien de todos.
Así queremos también que sean nuestros alumnos. Personas comprometidas consigo mismas, que se conocen de forma realista y sin miedo, y que trabajan para crecer, aceptando a sus prójimos como son y trabajando con ellos por construir juntos un mundo mejor.
Un abrazo,
Pablo Siegrist Ridruejo
Director