Conocemos bien ese sentimiento del último día de clase: una combinación de alegría, cansancio y tristeza. Una combinación de cierta melancolía del trabajo bien hecho, pero concluido, mezclada con la alegría por la llegada de una etapa luminosa de ocio en familia. Nuestros alumnos terminaron ayer un curso estupendo, y estamos muy orgullosos del trabajo realizado, tanto por ellos, como por cada uno de los profesores. El descanso que se avecina es necesario, pero vamos a echar mucho de menos las clases.
Tras nueve largos meses de trabajo y exigencia, llega el deseado verano. Esa época del año en el que nuestros alumnos se ponen morenos, duermen más, viajan en familia y pasan largas tardes sin nada que hacer. Como todos los niños. ¡Son tan importantes el juego y el esparcimiento! Queremos reivindicar la lectura, las charlas en familia y los paseos por la naturaleza como auténticos deberes de verano para nuestros niños y adolescentes.
En nuestro Colegio, partimos del conocimiento profundo del alma de cada alumno. Y hay algunos rasgos que identificamos comunes en todos ellos: la curiosidad, la alegría y la capacidad de sacar grandes aprendizajes de lo más sencillo. Los profesores y padres, estamos siempre preocupados de que estudien sesudamente, de que mantengan un orden, una disciplina y unos hábitos.
Siendo todo ello muy importante, y contando con esas estrategias cruciales dentro de nuestra formación, reivindicamos desde aquí el juego libre y la creatividad para este verano. Sentémonos con nuestros hijos en la hierba y miremos al cielo de verano en esas noches estrelladas, tan claras. Juguemos con la arena de la playa, manchándonos, sí, poniéndonos perdidos cazando ranas o convirtiéndonos en futbolistas por un rato. Nuestros hijos/ alumnos necesitan pasar tiempo con nosotros. Necesitan salir más de paseo, estar con los abuelos, y tener contacto con el mundo rural. Sin esas pequeñas cosas que vivimos en verano, su aprendizaje no estaría completo. A veces hemos bromeado desde la Comisión de Innovación Pedagógica, sobre la conveniencia de incluir en las programaciones las conversaciones del desayuno en familia de los domingos, los paseos en bici, o las tardes esas en las que una niña coloca a sus muñecos e imparte una clase. Está comprobado que vamos hacia una sociedad que no sabrá manejar el tiempo libre. Enseñemos a nuestros niños a estar ociosos. A aburrirse. A construir algo con materiales encontrados, a imaginar las formas de las nubes. Ojalá les incitemos a pintar, les demos libertad para estar despeinados algún día, y les dejemos disfrazarse de superhéroe. Con ello aprenden a improvisar, mejoran su imaginación, amplían su círculo de amistades, afinan su percepción, afianzan su sentido crítico, aumenta su entusiasmo y su capacidad intelectual. El juego como aprendizaje; el verano y sus experiencias como fuente de información, como configuración de experiencias. Nuestros hijos agradecerán el tiempo pasado a su lado, y nunca olvidarán que en su infancia y adolescencia, se aprovechó todo, para que fueran más felices y más sabios. ¡Este verano, padres, seamos creadores de recuerdos!
Comisión de Innovación Pedagógica