Noticias

Relato de nuestro viaje a Schoenstatt, Alemania


Nunca pensé que un viaje significaría tanto para mí. El 31 de marzo de 2025 viajamos a Alemania, tras meses y años preparándonos para el momento, por fin había llegado. Las expectativas eran muy altas, todos estábamos emocionados y conmovidos por la experiencia que íbamos a vivir. Sin embargo nuestra clase estaba dividida. Llegó el momento de partir a Alemania, los nervios estaban a flor de piel y todos estábamos cada vez más emocionados. Las anécdotas comenzaron desde el primer momento; como olvidar la vez que casi perdemos el segundo tren. El ambiente era calmado y tranquilo hasta que abrieron las puertas del tren y toda la estación vio como un grupo de niños corría gritando y riendo, sin duda un momento inolvidable. La llegada a Vallendar fue mágica , y todas las diferencias que nos habían caracterizado las últimas semanas desaparecieron al pisar la tierra de Schoenstatt, desde ese momento supimos que era un lugar especial. El primer día fue intenso pero no nos impidió hacer juegos al aire libre y conocer más acerca de Schoenstatt, en ese momento visitamos el Santuario original, merendamos e hicimos unos juegos para entrar en calor. Por la noche hicimos un karaoke, donde Don Álvaro nos sorprendió con su solo, desde ese momento supe que mis tímpanos no iban a ser los mismos. Llegó el momento de irnos a la cama. Los profesores y la hermana nos habían advertido que el siguiente día iba a ser el más duro físicamente y que íbamos a andar muchos kilómetros; sin embargo lo de los kilómetros fue lo de menos, pasamos por debajo de troncos, subimos varias cuestas por el bosque y visitamos diferentes santuarios, que aunque tenían un gran parecido cada uno tenía su esencia propia. Visitamos el museo del padre Kentenich y todos comprendimos que la verdadera grandeza se encuentra en la humildad.

Continuamos nuestra caminata hasta una casa donde cenamos y jugamos al futbolín. Más adelante después de haber comido continuamos nuestra caminata hasta la tumba del padre Kentenich, donde tuvimos un momento de oración en el cual nos cuestionarnos quién somos y cuál es nuestro norte. Dicen que los momentos más sencillos guardan una belleza más profunda. Al finalizar este momento nos dirigimos a una furgoneta para volver a la casa. Todos los momentos que vivíamos eran especiales, no echábamos de menos nuestra casa en España porque Schoenstatt nos acogió con tanta calidez que parecía que siempre había sido nuestro hogar. El tercer día nos levantamos a las seis menos cuarto para dirigirnos a Colonia. Al llegar a nuestro destino visitamos la catedral y nos impresionó su arquitectura, estilo y complejidad con la que estaba echa. La exploramos por dentro y al cabo de unas horas nos dejaron tiempo libre para visitar Colonia por nuestra cuenta, fuimos a la tienda de legos, chuches y comimos en el casco histórico al lado del río, donde nos cobraron unos 30 euros por agua, pero eso ya es pasado. Al volver a la casa hicimos una hoguera y un juego para conocernos mejor. En la hoguera cantamos, bailamos y tostamos nubes, aunque a personas como Tomás se le tostaron demasiado. Finalizamos la hoguera cantando las chicas junto a la hermana canciones como “buenas noches María”; en ese momento supimos que lo íbamos a echar de menos , como cuando sabes que algo bueno está a punto de acabar y ya puedes sentir cierta nostalgia en el ambiente. Mi día favorito fue el cuarto, fuimos a Metternich, a la casa de la hermana Emilie y aprendimos acerca de su vida. Hicimos juegos y visitamos su cuarto donde pasó sus últimos días. Fue un claro ejemplo de amor y entrega a Dios. Al acabar la hora de la comida, después de pasar un par de horas durmiendo al aire libre, nos despertaron con una pequeña campanilla que resultó ser más efectiva de lo previsto. Nos dirigimos hacia Coblenza donde montamos en teleférico observando las vistas desde lo alto. Tuvimos un rato al aire libre donde comentamos nuestro día y lo que estábamos viviendo en esos momentos. Además nos dejaron unas horas libres para comprar y visitar la ciudad. En la hora de la cena fuimos a un sitio de kebabs, el cual nos sorprendió el tamaño que tenían y la cantidad de verdura que había dentro. Solo se escuchaban risas, especialmente después del concurso de quién comía más, donde Bea salió vencedora. Un momento divertido que, sin duda, recordaremos siempre entre carcajadas. Por la noche tuvimos un momento de adoración y don Álvaro nos dio un testimonio el cual nos hizo reflexionar a todos nosotros. Los profesores nos sorprendieron por la noche haciendo una imitación de lo que había sido este viaje, esta vez las risas iban acompañadas de lágrimas. Todo llega a su fin y este viaje no era una excepción. El último día visitamos el Santuario de las familias y colgamos cada uno de nosotros una foto de nuestra familia con la esperanza de que la Mater les proteja vayan a donde vayan. La señorita Ana nos dio un testimonio el cual nos hizo emocionarnos a todos y cuestionarnos que es lo que queremos en nuestra vida. Partimos hacia nuestra última misa en el Santuario original y al finalizar comimos una última vez en el comedor y recogimos nuestras cosas. Llegamos al primer tren, y cuando pensábamos que las anécdotas habían finalizado nos tocó correr cinco vagones ya que el tren estaba lleno, muchos pensábamos que nos quedábamos en tierra pero conseguimos hacernos un hueco entre la multitud. El viaje llegó a su fin y tras dos horas y media de vuelo volvimos con nuestras familias.

Este viaje nos unió como clase, y nos hizo valorar la belleza de los momentos sencillos, los cuales guardan una profundidad que muchas veces pasa desapercibida. La experiencia de compartir, reír, reflexionar y, sobre todo, de sentirnos acogidos por un lugar que nos hizo sentir como en casa, nos transformó. El final, aunque cercano, no lo veíamos con tristeza, sino con gratitud, sabiendo que todo lo vivido quedaría marcado en nuestras vidas para siempre. Espero que cada una de las personas en este este mundo puedan experimentar la sensación que hemos experimentado en este viaje. Las risas, los momentos de conexión y los lugares que hacían que nos sintiéramos como en casa. Ahora sí podemos decir que Alemania nos ha cambiado no solo como clase sino como personas.

Alejandra Morales
Alumna de 4º de ESO